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Mostrando las entradas de octubre, 2025

ENTRE NOSOTROS Capítulo VIII

  Capítulo VIII Lo que se siente antes de saberlo Muriel despertó esa mañana con una sensación difícil de nombrar. No era ansiedad, ni melancolía. Era más bien una vibración tenue, una especie de presagio suave . El cuerpo sabe antes que la mente, solía pensar. Y su cuerpo, ese día, lo sabía: algo había cambiado. No recibió mensajes de Alex en todo el día. Y eso no la ofendió. No era una mujer que midiera el cariño por la frecuencia, sino por la verdad de lo que llega . Encendió la radio vieja de su escritorio, puso a sonar un cuarteto de cuerdas y se sentó frente al cuaderno. No quería escribir ficción. Quería dejar registro de lo que estaba sintiendo, como una bitácora de un viaje emocional que no sabía si iba a destino… o simplemente era una forma de moverse. Escribió: “Cuando alguien que te desea empieza a pensar en lo que deja y no en lo que busca , la historia entra en pausa. Pero a veces la pausa no es cobardía. Es respeto. Es miedo. Es madurez o incluso… amor. Estoy cansad...
  Capítulo VII En la casa del silencio La cocina estaba en penumbras. La lámpara del rincón arrojaba una luz tibia sobre la mesa, donde Clara servía dos platos de sopa con movimientos precisos, casi mecánicos. Había estado escuchando un concierto de piano en la radio, pero lo bajó apenas escuchó la puerta cerrarse. Alex entró sin anunciarse, colgó el saco con desgano y fue directo a lavarse las manos. Lo había hecho mil veces, durante años. Pero esta vez, lo hizo más lento. Como si algo dentro suyo necesitara tiempo para llegar a esa mesa. Se sentaron uno frente al otro. Dos platos humeantes, pan cortado, un vino cautivante ya abierto. Comieron sin hablar durante un rato. Ella lo observaba de reojo, como quien mira un cuadro que ya conoce de memoria pero que hoy tiene algo fuera de lugar. —¿Dormiste en el hotel anoche? —preguntó finalmente. —Sí. Llegué tarde de la nota. No tenía sentido volver de madrugada. —Claro. No hubo reclamo en su voz. Solo constatación. Como quien marca el c...

ENTRE NOSOTROS. Capítulo VI

  Capítulo VI  De lo que se dice en las páginas Alex escribía como si algo se le estuviera escapando del cuerpo. Como si el relato que había empezado como un simple juego con Muriel se hubiera transformado en un túnel que lo llevaba, no hacia ella, sino hacia él mismo. Y cada palabra que volcaba en el cuaderno era una confesión que no podía hacerle a nadie más. “La mujer del cuento volvió a aparecer. Esta vez no tocó la puerta. Estaba en su casa como si siempre hubiera estado. No lo miraba, pero él sabía que sentía su presencia. Caminaba descalza por los pasillos, acariciando con los dedos las paredes como si leyera en braille la historia de esa casa. —¿Qué hacés acá otra vez? —preguntó él. Ella se detuvo frente a una biblioteca. Sacó un libro al azar. —Vine a ver si todavía me escribías. —No sé si debería. —No se trata de deber. Se trata de verdad. ¿Seguís escribiéndome porque me deseás… o porque no sabés cómo despedirte de mí sin haberme tenido?” Alex cerró el cuaderno. Se l...
  Capítulo V   Las cosas que no se rompen fácil No se vieron enseguida después del relato que le escribiera. Pasaron tres días en silencio. Ni mensajes, ni llamadas. Alex, de regreso a su ciudad, caminaba como si algo invisible lo sostuviera en vilo. El cuento ya no era solo una historia; era un punto de quiebre. La tarde del cuarto día, Muriel le escribió: “Puedo el jueves. Café Central, como siempre. Pero sin ficciones esta vez.” Él llegó temprano. El mismo rincón, la misma mesa junto al ventanal empañado. Muriel apareció puntual, como si lo que fuera a decir necesitara ese exacto momento. Se sentó, pidió un té negro, y lo miró largo. No hablaba como una mujer celosa, ni como una amante. Hablaba como quien cuida lo que podría romperse… incluso antes de tocarlo. —¿Sabés por qué tardé en contestarte? —preguntó. Alex negó con la cabeza. —Porque necesitaba leer tu historia varias veces. Y después, necesitaba preguntarme si tenía derecho a seguir. Él bajó la mirad...
  Capítulo IV Lo que se escribe en la piel (fragmento del cuento que Alex escribe para Muriel) “Ella no se movía. Seguía ahí, detenida como una escena suspendida entre la cordura y el deseo. Él dio un paso, uno solo, como si el piso pudiera romperse bajo su peso. Pero lo hizo. Se acercó. No a ella, no del todo. Se acercó al umbral que siempre había evitado. A esa línea invisible que separa lo posible de lo irreversible. —Esto es una locura —dijo. —Lo es —respondió ella, sin perder la calma—. Pero ¿desde cuándo dejamos de estar locos? Él cerró los ojos. La voz de ella le llegaba como una corriente tibia, rozándole la nuca. La conocía. Sabía lo que provocaba. Había vivido décadas evitando sentir exactamente lo que ahora sentía. —Me imaginé este momento tantas veces… —confesó—. Que llegabas, que no decías nada, que simplemente estabas. Y yo, en vez de actuar, miraba. Como un cobarde. —No estás mirando ahora. Cuando abrió los ojos, ella estaba frente a él. No recordaba haberl...