Capítulo VIII Lo que se siente antes de saberlo Muriel despertó esa mañana con una sensación difícil de nombrar. No era ansiedad, ni melancolía. Era más bien una vibración tenue, una especie de presagio suave . El cuerpo sabe antes que la mente, solía pensar. Y su cuerpo, ese día, lo sabía: algo había cambiado. No recibió mensajes de Alex en todo el día. Y eso no la ofendió. No era una mujer que midiera el cariño por la frecuencia, sino por la verdad de lo que llega . Encendió la radio vieja de su escritorio, puso a sonar un cuarteto de cuerdas y se sentó frente al cuaderno. No quería escribir ficción. Quería dejar registro de lo que estaba sintiendo, como una bitácora de un viaje emocional que no sabía si iba a destino… o simplemente era una forma de moverse. Escribió: “Cuando alguien que te desea empieza a pensar en lo que deja y no en lo que busca , la historia entra en pausa. Pero a veces la pausa no es cobardía. Es respeto. Es miedo. Es madurez o incluso… amor. Estoy cansad...
Escribir puede transformar los preciosos instantes en historias, donde los sueños cobran vida y le dan forma a un tejido de ideas, circunstancias y motivaciones. Animarse a soltar aquello que hemos guardado o imaginado nos vuelve seres infinitos.