Ir al contenido principal

EL PEZ AZUL Y LA LOMBRIZ Infantil

Había una vez un pez azul llamado Pedro que vivía en el mar. Inquieto y audaz, Pedro no se cansaba de jugar carreras con los otros peces.


Un día, mientras nadaba, vio a una lombriz de 

tierra llamada Lola, ella había sido arrastrada 

al mar por una fuerte lluvia. La pobre Lola  

estaba muy asustada y no sabía cómo 

regresar a tierra firme.


Pedro, con su colorido y llamativo tono azul, se acercó amigablemente a Lola y le ofreció ayuda. Le explicó que no podía vivir en el agua, pero que él la ayudaría a encontrar el camino de regreso a casa.


Así comenzó una hermosa amistad. Pedro nadaba junto a Lola, mostrándole las diferentes corrientes del mar y cuáles eran las rutas para acercarse a la costa. Mientras lo hacían, compartían historias sobre sus respectivos mundos. Pedro le hablaba de los tesoros ocultos en el mar, y Lola le contaba sobre la tierra, los jardines y las lluvias refrescantes.



Finalmente, después de un corto viaje, Pedro y Lola encontraron una playa tranquila. Lola se deslizó en la arena, agradecida por la ayuda de su amigo el pez azul. Pedro se despidió moviendo en alto una de sus aletas y luego emprendió el regreso al mar profundo,   prometiendo visitar a Lola de vez en cuando.


Desde entonces, la lombriz Lola y el pez azul Pedro se ven de tanto en cuanto. Aunque vivan  en diferentes mundos, ellos nos demuestran que vale la pena  ayudar. Y así, cada uno encontró un amigo especial en un mundo distinto. 


L.F. Del Signore 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

EL REINO DE CRISTAL - Cuento Infantil

 

LOCURA,POLÍTICA Y UN TORINO EN UN CAJÓN

Capítulo XIII Entre calles rotas y promesas de papel El sol pegaba fuerte cuando Arcadio y Leandro bajaron en el barrio “Los Cipreses”. Un laberinto de calles sin pavimento, veredas quebradas, y casas que parecían resistir con uñas y esperanza. Leandro llevaba su libreta, un bolígrafo nuevo, y una mirada que oscilaba entre la curiosidad académica y el desconcierto ante la realidad. Arcadio caminaba lento, saludando a cada vecino como si fuera el dueño del barrio y el pueblo entero al mismo tiempo. —Acá no importa cuántos títulos tengas, sino cuántos te conocen —le dijo, mientras señalaba una pileta rota que nadie reparaba desde hacía años. Se acercaron a doña Marta, que vendía frutas en un puesto improvisado. Leandro quiso sacar una foto, pero Arcadio lo frenó: —No es para turismo, pibe. Esto es un pedazo de ciudad que nos pide que escuchemos sin sacar el celular. Doña Marta les habló del agua que faltaba en verano, de los niños que jugaban en la calle sin luz, y de la plaza qu...

I- LOCURA, POLÍTICA Y UN TORINO EN UN CAJÓN

  CAPÍTULO I "La mañana que Arcadio Ramírez se auto proclamó emperador del cordón cuneta, el pueblo entero supo que el delirio había ganado las elecciones por mayoría absoluta." Apenas despuntaba el sol sobre las persianas despintadas del bar “Lo de Tito”, y ya Arcadio, enfundado en un traje que había sido blanco en la década del 80, recorría la avenida principal señalando baches como si fueran territorios por conquistar. En su mano derecha, un cetro improvisado con una rama de duraznero; en la izquierda, una carpeta con los planos del municipio (robados o rescatados, según quién cuente la historia).  Arcadio no tenía un peso partido al medio, pero hablaba de presupuestos con una soltura ministerial. Su discurso era un cóctel de promesas imposibles, recuerdos de una juventud militante y citas apócrifas de Perón, Confucio y Sandro. Lo escuchaban los jubilados de siempre, los que ya no diferenciaban entre la radio AM y la realidad. —“Vamos a pavimentar hasta el alma del pueblo”...