Los paramédicos se lo llevan justo cuando ingresa Estela Flores, la ponente. Cuánto la odio. Pero ella me paga. Comienza a gritar que soy una inútil. Critica la ambientación. Exige que le den un micrófono. Prueba el sonido. Pide que la iluminen y que la siga el reflector. Los de comunicaciones se atajan y pasan la presentación. Los colores del láser sobre la pared se mueven al ritmo de la música. Se sienta y con sus ojos intensos y me fulmina. Me marca que el agua no es de su agrado. Es una botella cualquiera que a lo sumo le serviré en su vaso y probará dos sorbos. Sigue gritando, camina y recorre y no para de transmitir todo su enojo. Quisiera desaparecer. Convertirme en bruja y volar muy lejos. Regresa y me sacude. Cómo la odio.
Dos horas más tarde la ayudo a llevar sus cosas al auto. Mil idas y vueltas mientras ella da un reportaje en la acera. La última caja pesa como una tonelada. Mi pie se atora y caigo hacia ella en el preciso instante cuando apagan la luces y cierran el micrófono. Pero el camión le aplastó su cabeza.
L.F. Del Signore
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