La lluvia cae suavemente esta noche de invierno y en verdad me agrada. Observo el juego de las llamas arrebatando emociones entre los troncos del hogar. La cena nos convidó la delicia de los ñoquis rellenos y el vino se hizo nuestro amigo mientras ambos nos mirábamos tontamente enamorados.
Qué gustoso es observarte mientras disfrutas este plato. Recién al terminar, tú acercas el café en dos pequeños jarros. Ni me doy cuenta cuando abres el budín de chocolate, ya que te siento tan cerca que no puedo reprimir mis ansias de beberte a pleno...
¡Dime que la noche será toda nuestra! ¡Muéstrame una a una tus destrezas! Tú que eres el pasajero de infinitas lunas, has logrado convencerme que sea tuya. Y hoy que el sonido de las gotas sobre el techo de chapa crea una sinfonía entre besos y caricias, recién hoy me he dado cuenta...que no habrá más instantes en soledad sin perderme en tu mirada, ni rojos atardeceres sin sentir tus cálidas caricias. Hoy que la noche nos envuelve, tú te conviertes en el señor de las delicias más tiernas.
Si alguna vez sostuve que podría vivir sin amor, debo confesar que estaba equivocada... Toda historia que se desea intensamente, cuando llega, logra arrancarnos sensaciones imposibles de dejar de lado.
En esta noche infernal, donde el cielo descarga toda su ira, sueño despierta...Me dejo llevar por tus besos amorosos. Nada nos detiene, nos entregamos fieles a la pasión más reservada, nos deseamos sin pausa entre la ternura que nos atrapa. Somos dos cuerpos que se funden en uno hasta dormirnos agotados. ¿Será que el sol nos descubrirá mañana bajo las sábanas de lino en este pueblo olvidado?
L.F. Del Signore
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