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MANUELA


El ocaso se dibujaba con timidez sobre la piel de Manuela, mientras ella sin darse cuenta de la hermosura de su cuerpo, dormía sobre la poltrona amarillenta y desgastada. Más de dos años habían pasado desde que Emilio partió sin despedirse. Aún le dolía su recuerdo. Ni un mensaje de texto, ni una nota, nada de nada le había enviado aquel joven sin alma para cerrar la relación que los había mantenido unidos desde los quince años. Cómo adecuarse a perder a un ser querido . Emilio se había ido y con él también se fueron los años de su primer noviazgo. Manuela sintió el aleteo de un pájaro sobre el espejo de agua que la bomba extractora iba haciendo crecer en el bajo cercano a la pileta. Eso la hizo regresar a la realidad, despegándose de los recuerdos recientes.

El parque que la rodeaba se mostraba a todo color, conjuntos de arbustos generaban vistas cautivantes a un lado y al otro desde donde ella se encontraba. El césped recién cortado, le otorgaba la cuota de aromas al inspirar con holgura. La sensación de frescura acompañaba el ruido monótono de la salida del chorro de agua. Manuela levantó su vista hacia el horizonte y no pudo menos que agradecer volver a sentirse viva. Se puso las botas de goma y descendió al fondo de la piscina, ya casi vacía, munida de un cepillo y la solución ácida para fregar las paredes de la misma. Una hora le habrá tomado terminar con  la tarea de limpieza. Subió por la escalerilla, giró las llaves de la cañería para que ingresara el agua y encendió el motor. El chorro cristalino salpicó todo el espacio interior con audacia. Sujetó con fuerzas la manguera y apuntó sobre las paredes recién cepilladas. El celeste de las mismas empezaba a hacerse presente. Al rato apagó la bomba por donde ingresaba el  agua y giró el selector  hacia el punto de  extracción. Poco tiempo le tomaría sacar los últimos vestigios de la limpieza del fondo.

Pascual el jardinero pasó cerca de ella y depositó a un costado la mezcla de sulfatos para decantar el polvo y evitar que las algas aparecieran una vez llena de agua la piscina. Ella le agradeció con suavidad. Volvió a encender el motor y el agua fluyó salvaje entre miles de gotas que rebotaban sobre el fondo. Le tomaría dos horas completar todo el volumen necesario. Dejó ordenado el cepillo, el balde, el atrapa insectos y hojas y volvió a echarse sobre su poltrona.

Manuela regresó con el primer suspiro, sus ojos la cubrieron con descaro y deseo.¿Cuántas tardes habrían disfrutado juntos amarse bajo el agua? ¡Cómo no iba a  resultarle placentero volver a sentirlo!

L.F. Del Signore 
Todos los derechos reservados.

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