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LOURDES, LA CORDERA. Cuento

 


Cinco minutos... toda una eternidad para  Lourdes la corderita con tres días de vida  que tengo entre mis brazos.  Balaba a todo pulmón luego de manar el calostro de su madre junto a su hermano mellizo.  La madre mostraba indicios a modo de preludio de su triste final.  Un invierno muy crudo  le había jugado de mala gana sus últimos recursos hasta que dijo basta cobijando a sus corderos. Suerte o casualidad que  el puestero pasaba recorriendo en busca de su majada.  Llegó como pudo donde la madre se encontraba y constató su deceso.  Tomó los corderos y los acurrucó calentitos en la cabina de la camioneta. <La pucha! Qué viento helado. > Pensó y siguió con su tarea. Dos horas más tarde ubicaba a los huérfanos con las otras madres recién paridas intentando a que ellas los amamantaran.  Es una tarea ardua, las hembras buscan a sus crías y rechazan a  los ajenos.   Lourdes, la vivaz corderita, correteaba mientras su hermano decaía con las horas. Para la noche su tiempo se había acabado.  A ella le tocó una madre postiza  sin voluntad de serlo, al parecer.  La topaba  con su hocico, empujándola  a las esquinas. La corderita  agotada se acurrucó contra las maderas de la nursery donde ambas se encontraban.  Los nacimientos son estacionales, en parte por  la propia biología y la oferta de forrajes , ambos con marcada influencia  de las horas de luz. Un  trabajo pesado para los cuidadores por la cantidad de vientres para atender.   Fue Marianela, la hija del capataz , quien viendo que la nodriza no tenía leche, intentó ordeñar a otra madre. Almacenó en un jarrito una buena cantidad y preparó  la madera. El resto lo puso en la heladera. Lourdes se abalanzó a la retina sintética cual glotona,  cuando minutos antes su tristeza era evidente. No solo con leche se consigue que los corderos guachos superen tremenda prueba. El amor de la madre es importante y no siempre se logra que la hembra de reemplazo se los brinde haciéndolos  sus propios hijos. Lourdes pasó sus primeros días supervisada por Marinela, sin diarreas ni otros problemas, sus cinco minutos fueron bien aprovechados por ella. Atrás quedó su hermano que no tuvo  la fuerza al nacer que le tocó a ella.  Cinco minutos de gloria o la oscuridad.  

L.F.Del Signore 

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