Y si pudiera... Me lo había preguntado tantas veces que se me hacía difícil no tener formada una clara respuesta. El tiempo con su cruel transcurrir era una promesa de esperanza, sin embargo yo no me animaba a enfrentarme a pasar la página.
Una mañana junté coraje, me puse unos pantalones y un abrigo sobre la blusa. La mujer que reflejaba el espejo me resultaba una desconocida, pero era yo, tenía que reconocer mi estado. Caminé con lentitud y me aferré al odiado picaporte. Giré la llave y corrí el pestillo. Sentí latir mi corazón de tal manera que creí perderlo en una bocanada. Al abrir la puerta de mi casa, el sol bañó con ansias mi rostro y yo creí flotar entre pompas de jabón hasta que alguien me tomó del brazo arrastrándome con fuerzas. Era mi otro yo que me esperaba para que le rindiera cuentas. Ese yo fuerte y valeroso que con suma paciencia me había esperado.
Caminamos decididas, ya no había vuelta atrás. Saludamos a los vecinos, sonreímos y pasamos un día como los que yo misma recordaba. Al regresar encontré caras conocidas esperándome. Abrazos y lágrimas se hicieron trajes a medida. Y yo volví a ser una mujer, una que superó sus miedos.
L.F. Del Signore
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