Capítulo V
Respirar...y pensar justamente sobre aquello con lo que le gustaría ser sorprendido a Juan fue el mayor descanso a sus ansiedades y cargas emocionales. Ya tendría tiempo de calzarse el traje de kamikaze para volver al ruedo. Se había propuesto deslizarse por el barranco frente al mar mentalmente. Sentía sus pies descalzos tocando el pedregullo rocoso del acantilado. El viento golpeaba con suavidad sobre su cuerpo. El sonido de las aves revoloteando sobre la costa representaba la paz de volver a surcar las olas con su viejo velero. Navegante en sus primeros comienzos, hoy podría recorrer los trayectos realizados casi de memoria. Sus deseos atraían su atención de manera fulminante, pero ese aroma que lo envolvía no podía ser otra cosa que carne de cordero asado. Se incorporó y comprobó con alegría que realmente estaba en la realidad, Agnes pasaba ligera llevando una fuente. Con una seña silenciosa lo invitó a sentarse a la mesa. Ni modo de oponerse a hincar los dientes en ese sabrosísimo al horno.
Terminaron el vino riojano con el último bocado deshaciéndose en el paladar.
— ¿Quieres postre? Dijo ella.
— Estoy satisfecho, si no te importa preferiría escuchar música para disfrutarte.
— Bueno, si quieres adelántate y termino con la rutina de la cocina. Prometo ser breve.
— No te tardes, que estoy impaciente. Me atraes inmensamente y mucho más , luego de esta magnífica comida que has preparado. Eres increíble, debíamos habernos conocido hace tanto tiempo...
— Déjate de sandeces, ni tú ni yo podríamos habernos dedicado a nosotros mismos de jóvenes como lo hacemos ahora. Hay un tiempo para cada cosa y este mi querido caballero es el nuestro. Ve por favor al dormitorio y acomódate a tu gusto. Ya te sigo.
Agnes, apuró los tramites colocando los platos, cubiertos y copas en la máquina lavadora. Puso la opción de enjuague rápido, al día siguiente se terminaría la tarea. Guardó el cordero y las ensaladas en la heladera. Apagó las luces y se dirigió emocionada hasta el dormitorio. Juan recién salido de su baño, llevaba tan solo una toalla bajo la cintura. Esa la vista era exactamente la que ella había imaginado durante la tarde. Se acercó insinuante, acarició su pecho, mordisqueó su hombro y lo besó con suma pasión. Se quitó la ropa que llevaba, entró a la ducha e instantes después fue ella quien se escabulló entre las sábanas pidiendo pista.
Continuará...
L. F. Del Signore
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