Capítulo II
Buenos Aires es una ciudad que de noche me cautiva. Recorrer la avenida Figueroa Alcorta a no más de 60 km por hora, respetando señalización vial y los semáforos me da un placer enorme cuando todos duermen. El brillo de las luces que bordean todo el trayecto logra avivar mis más íntimos deseos de encontrarme con Agnes. Me siento cansado por el trajín realizado en Tucumán y el vuelo hasta el aeropuerto sobre la Costanera de la gran ciudad, pero nada puede opacar ir a verla. Me la imagino sentada en el living de su departamento, dos copas llenas de un buen extra brut bien frío, ya me atrapan. Ella de seguro estará apenas vestida. Siempre dice que no se viste para mí, pero la sutileza de sus prendas, un bretel apenas cayéndose desde alguno de sus hombros, el candor de su respiración agitándose en su pecho me dejan extasiado de placer
La vida de Agnes está definida, es una mujer decidida. Actriz y empresaria. No depende de nadie, siempre se las ha arreglado sola. Eso me atrae sobremanera. Ambos tenemos poco tiempo libre, viajamos bastante y nuestras actividades nos exprimen a fondo. De todos modos, encontramos algún resquicio para vernos ponemos quinta velocidad hasta lograrlo.
Somos dos divorciados que disfrutan de ser libres, aunque nos agrade mucho compartirnos. No sé hasta donde llegaremos en esta relación, sin embargo tenemos en claro que nos entendemos, respetamos y sobre el sexo…, ¡ahhhh! Parece que fuimos cortados por el mismo artesano.
Una vez que nos veamos, pasaré mi brazo por su espalda sujetándola por la cintura. Ella cual bailarina llevará su espalda hacia atrás para lograr que la sujete con fuerzas, y yo apretaré sus labios hasta hacerlos míos.
Continuará …
L.F. Del Signore
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