Capítulo 1
Amanecía en San Salvador de Tucumán, ciudad bella si las hay en Argentina. El invierno maravilloso estaba despejando sus rastros intentando no discutir con su amada primavera. Juan descansaba en la habitación de un hotel boutique ubicado en las afueras. La prolijidad de sus prendas correctamente ubicadas en el placard dejaba en claro que era un hombre ordenado. Su vestimenta habitual eran los trajes, como todo hombre de negocios. Si bien gustaba de una buena chomba de marca reconocida, en colores rojo, azul y blanco. Sus sesenta y tantos no le impedían utilizar mocasines ni jeans. Tal vez su adolescencia continuaba en esa informalidad.
Apenas sintió el sonido de la alarma del celular, estiró su brazo para desactivarlo. Giró su enorme y atlético cuerpo hacia arriba sintiendo la suavidad de la tela de la sábana bajo su espalda. Se quedó unos minutos para salir del entresueño y pensó en el diagrama del día que tenía pautado. Respiró profundamente un par de veces. Se sentó sobre el borde de la cama. Se ajustó el Cartier en su mano izquierda. Constató la hora y se alistó para su ducha matinal.
Quince minutos más tarde desayunaba huevos revueltos, jugo de naranja y café negro. Leyó rápidamente los titulares de los periódicos y partió en el Honda alquilado para la primera reunión con una casa tabacalera reconocida.
La provincia de Tucumán es en verdad un vergel, no por nada le dicen el Jardín de la República. Pero para Juan que viajaba por trabajo nada de eso le resultaba importante en ese preciso momento. Los directivos de la empresa tabacalera navegaban en la tormenta. Lluvias adentro y afuera los habían obligado a contratar al grupo Aubel SA en el cual Juan era uno de los socios y directivos. Todo aquel que recurriese a ellos de seguro estaría en problemas. Esta sociedad dedicada al cultivo de tabaco no era la excepción.
Arribó a la hora exacta para la reunión programada quince días antes. Una secretaria lo acompañó hasta el despacho del presidente. Ella no pudo dejar de echarle un vistazo. Su cuerpo esbelto, cabello marrón ceniza y mirada de jade, enfundado en un Armani gris, camisa blanca y corbata con delicado diseño haciendo juego, habían impactado en ella.
Al abrir la puerta los tres hombres que se encontraban sentados en cómodos sillones del amplio despacho, se pusieron de pie prontos para el saludo pertinente. Juan apuró el trámite y se lanzó a capturar los últimos detalles antes de entrar en la reunión del directorio de la empresa. Les dio unas pocas directivas a sus interlocutores y los cuatro se dirigieron al salón a pocos metros desde donde se encontraban. El presidente don Manuel Otalvo palmeó la espalda de Juan en actitud de acercamiento y como forma de demostrar la unión que mantenían ambos desde largo tiempo.
El debate con los ejecutivos se estiró hasta el medio día momento donde decidieron las medidas a tomar. Uno a uno se fueron levantando de la gran mesa y retirando. Juan y Otalvo permanecieron hasta el final.
Don Manuel pidió un refrigerio, donde se aflojaron las tensiones. Juan sereno como siempre bebió lentamente su whisky. Luego del intercambio de palabras y aclaraciones necesarias, saludó con un fuerte abrazo a don Manuel y se marchó al centro de la ciudad donde lo aguardaba un almuerzo de negocios. Por la tarde mantuvo varias comunicaciones con los sindicalistas de la tabacalera y dos reuniones con proveedores. Por la noche tuvo una cena con el gerente del Banco. Cerró todos los acuerdos en ese día como acostumbraba. Pasó por su alojamiento, entregó la tarjeta de la habitación y condujo hasta el Aeropuerto Internacional Teniente Benjamin Matienzo. Ya era de noche cuando abordó su avión directo a Buenos Aires, desde ahí partió en su auto hacia el departamento de Agnes. La ciudad se mostraba tranquila y bella y él volvió a respirar agradecido.
L.F.Del Signore
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