De esta agua no beberé
Imagen : Cuatro bodas y un Funeral
Fue un sábado de octubre cuando contrajo matrimonio Alejandra, la hermana de Vanesa. Ellas eran nuestras primas hermanas, con quienes la infancia resultó tan placentera. Los viernes teníamos muy en claro que luego de merendar al regresar de la escuela teníamos permitido juntarnos en el séptimo piso departamento E , del último cuerpo del edificio, para jugar hasta la hora de la cena. Mi hermano y yo habitábamos el tercer piso, del último cuerpo del inmueble. Vanesa la mayor de ambas primas siempre proponía los juegos. Alejandra era algo más callada y quizás por ser la menor de las tres, un tanto tímida.
Nuestro edificio al tener tres cuerpos contuvo a gran cantidad de familias con hijos de la edad de Vanesa y de la mía mayormente. Debo confesarles que las preliminares del juego de fútbol de los niños eran estupendas, estas ocurrian en el patio trasero del predio. Los varones armaban sus equipos de manera autoritaria según sus líderes, dos chicos de trece años que se disputaban el mando, Pedro y Raúl. Los desentendidos estaban a la orden del día y se dirimían claro está, a los golpes. Nosotras éramos simples espectadoras.
Ese sábado cuando fuimos con mi madre a la peluquería, en casa nos esperaban nuestros atuendos para la gran fiesta de esa noche. Alejandra era la primera de las tres primas en casarse. Fue emocionante la ceremonia religiosa, lloramos a moco tendido. Vanesa y yo debimos pasar por el tocador para maquillarnos nuevamente, luego de haber oficiado de damas de honor de Alejandra. El salón de la recepción estaba hermosamente decorado con flores sobre las mesas y velas, lo cual daba una cierta intimidad, algo que percibí al menos cuando me ubiqué en el asiento que me habían asignado. No fui la primera en ocupar mi sitio dado el contratiempo del maquillaje y la tarea de arreglar la cola del vestido de la novia. Una etapa diferente se estaba abriendo, un antes y un después, solteras y casadas. Pero a esa altura no se me habría ocurrido nada de lo que sucedería esa noche.
Nuestra mesa era la número cinco, las anteriores fueron destinadas a nuestros padres y abuelos. Vanesa se sentaría junto a mí según los carteles dispuestos sobre el mantel. Ella fue la última en sumarse al grupo. Javier en cambio se dirigió a la siguiente mesa con otros primos llegados del interior. Al instante un camarero nos sirvió una bebida gaseosa según nuestra elección, fui observando a los restantes invitados, algunos jóvenes y un par de señoritas. Me pareció reconocer a alguno de los muchachos y a una de las damas.
Otro mozo comenzó a servir la entrada en nuestros platos, fue entonces que decidí presentarme y alentar a los otros a hacer lo mismo. Uno a uno fuimos dando nuestros nombres y aterrizando de pleno en que con dos de los muchachos y con una de las jóvenes habíamos compartido la etapa de la infancia y parte de la adolescencia. Pedro y Raúl, los mayores de aquel entonces, más Horacio y Enrique de nuestra edad. Gimena y Clarisa. Enrique había noviado con Alejandra, Clarisa noviaba con Pedro desde entonces. Raúl fue el primer amor de mi prima mayor desde sus quince años hasta que todos nos anoticiamos que el muy cabrón mantenía paralelamente una relación con la madre de un chico mucho menor que nosotros, dos años más tarde. Fue todo un escándalo en el edificio y una afrenta imborrable para Vanesa, quien se encerró totalmente y no quiso volver a salir por largo tiempo. ¿Quién habría sido el distraído de invitarlo y de sentarlo en la misma mesa donde nosotras estábamos ubicadas? Pensé yo.
Mi prima se disculpó y se retiró al escuchar su nombre, era entendible. Fue con prisa hasta donde se encontraba su madre y noté como gesticulaba en actitud nerviosa. Él por cierto no acusó recibo de los recuerdos, se mostró distendido y conversador. Mi prima se tomó hasta el primer plato para regresar a su lugar y fue a mi pedido que lo hizo.
El momento del vals fue maravilloso, Alejandra y su esposo bailaron como si fueran de la realeza. Raúl sin ningún empacho invitó a Vanesa a la pista, ella temblaba como una hoja otoñal. Pero para mi sorpresa, ella aceptó. No voy a negar que fueron la comidilla de la noche. Se me ocurre que los chismes habrán corrido como reguero de pólvora. Pero si debo ser justa, ellos eran tal para cual. Bailaron y conversaron toda la velada, hoy ya tienen dos niños y un pasado mortal.
L.F. Del Signore
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