En la oscura serenidad de la noche pecan.
Labios que se apuran sin pereza.
Arde la piel cuando se acercan.
Pechos acaparando aromas.
Manos que dibujan su danza entre comas.
Ocultos sentimientos. Silencio de pensamientos.
Sucumbimos a la entrega de la total armonía.
Pasos que se mueven como siguiendo al viento.
Perlas que ruedan entre telas y suaves disfonías.
Ánimas que despiertan y empujan la inocencia.
Y yo gimo, ruego y suplico no ser un espejo.
Que el alma enloquecida derrame con displicencia.
Tú, cual guerrero sin batallas, me resultas muy complejo.
Penetras con tu mirada en lugares más profundos.
Palpitas anhelante, te impulsas cual marino.
Escucho tus palabras que yacen en tus mundos.
Y me miras mientras guardo el amor y este, mi destino.
Sabiéndome mortal me pliego a los segundos.
Cancelo la ironía de verme cual sumisa.
Y acariciando el aire te esfumas en la brisa.
No alegues un olvido, ni llores por tenerme.
Quien no se quiere dar, no espere ser amado.
Yo guardo entre mis prendas el amor de una princesa.
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